El fin de semana pasado, el sábado para ser precisa, fue el día oficial del "Carnaval" que se celebra aquí en España.
Hay que empezar diciendo que la esencia de cualquier carnaval es la alegría, el desorden, el ambiente de permisividad y la fiesta. En muchos carnavales la gente usa máscaras para esconder su identidad y poder hacer maldades a los demás (tirar harina, sacar a bailar a alguien, asustar a los demás). Estas son características de lo que se considera un carnaval (incluso teniendo en cuenta que los carnavales son el "alzarse la bata" antes de las imposiciones de la cuaresma).
Otro de los aspectos intrínsecos a un carnaval es la música. Generalmente es música animada, festiva, bailable (derivada de los instrumentos musicales propios de la región). Y de ciefrta forma, tener un emblema representativo del carnaval hace que sea una fiesta mucho más propia (por ejemplo, lás máscaras en el carnaval de Venecia, las marimondas o el congo en el de Barranquilla, las escuelas de samba en el de Río etc).
Ya específico de donde yo vengo, un carnaval se siente porque se le hace promoción todo el mes (y hasta muchos meses) antes, se siente el ambiente de carnaval, las propagandas y el comercio giran alrededor de ello (lo cual, también lo admito, puede llegar a ser desesperante)
Con esto en mente, no puedo decir que ayer estuve en un carnaval, digamos que estuve en una fiesta grande de disfraces (ojo, pasé bueno -no digo que no- pero eso no era un carnaval).
Cuando salí, el ambiente estaba diferente en el sentido que había más gente en la calle (y teniendo en cuenta que estas últimas semanas esto parecía un pueblo fantasma, ya eso era señal de que "algo" ocurría). El primer disfraz que vi fue a Superman, entonces de cierta forma tengo en mi cabeza que este es el carnaval de Superman. Luego vi a más personas disfrazadas de cosas bastante ingeniosas: un Ipod, muñecos de nieve, un político de aquí que ha causado sensación por un incidente con su vestuario, pero que no recuerdo quién es. Otros disfraces mucho más populares: Darth Vader, zombies, Mario Bros y los disfraces "infaltables": gatitas, enfermeras sexys y toda la gama de disfraces eróticos. También estaban los de los niños: leones, cebras, jirafas, vaquitas... en fin, había una buena selección (mucha más que en Octubre).
El caso es que estábamos todos reunidos en la plaza por donde iba a pasar el desfile y honestamente, me sentía esperando que pasara la carroza fúnebre de alguien famoso. ¡De verdad! ¡son más animadas las procesiones de Semana Santa! No había música, la gente hablaba en pequeños grupos pero bajito, los niños jugaban cerquita a sus papás... todo transcurría en una calma y quietud nada comparables con un carnaval.
Luego, me encontré con mis amigos, y empezamos a hablar sobre ello (y tengan en cuenta que la mayoría somos latinos...), notamos que la gente iba vestida de colores oscuros (aunque yo no digo nada porque mi saco, mi gorro y mis guantes son negros), hablamos de que un carnaval en invierno no tiene lógica.... Cuando, por fin, después de un rato empezó la procesión (perdón, el desfile) y ahí confirmamos que esta es una celebración muy diferente a lo que conocemos.
La primera carroza fue una alegoría (eso creo) al mar, venía Poseidón y unas sirenas. Traían una samba en un volumen bajito y creo que es la samba más triste que he visto en mi vida. De por sí no bailaban bien, tampoco bailaban animadas (lo que habría compensado). Luego se fue la carroza y atrás llegaron grupos de gente disfrazada... sin música y caminando como si fueran reses que van para el matadero. De esto unos 10 minutos, luego si llegaron dos bandas marciales (a las que, hay que reconocerlos, se les notaba un poco más de alegría) y atrás pasó más gente disfrazada. Luego llegaron unos vaqueros con música (también sonando bajito) y más atrás el único grupo realmente animado, que venían vestidas de mucamas y bailando una coreografía bonita. Todos venían sonrientes y eso le dio un toque de ánimo al desfile.
Con eso terminó la procesión (jeje) y de ahí nos fuimos para el Parque del Turonet (el parque principal del pueblo) donde habría un concierto.
Como ya me llevé una decepción gigante en Berlín cuando se trata de conciertos, no iba con muchas expectativas. Lo bueno fue que el grupo estaba compuesto por muchachos del sur y tocaban buenas canciones (y eran animados). Además que ya estaba haciendo frío, entonces sucumbí y empecé a brincar para calentarme y luego ya porque si me animé.
Otra de las graciosadas que les dio por hacer en mitad del concierto fue parar, apagar la música (esto como que es típico de los europeos) y presentar al "Rey" del carnaval. Llegó un tipo disfrazado con cara de pájaro, con el ánimo de alguien después de un mes enfermo a decir "Cerdanyolenses, espero que se diviertan, divirtámonos, bienvenidos al carnaval (y otras vainas que no recuerdo, porque estaba ocupada tratando de no enfriarme)". El público respondió con el ánimo característico (cero) y después de unos minutos, subió la banda y continuaron tocando y nosotros brincando.
Luego, nos fuimos a comer y a hablar sobre el resto del carnaval (que terminó relativamente temprano) y volví a mi casa porque ya hacía mucho frío.
Esta mañana la gente de la casa me preguntó qué me había parecido el carnaval y yo les dije que era una celebración diferente a lo que yo estaba acostumbrada. Se rieron y me dijeron que eso no era un carnaval, sino una especie de fiesta de disfraces gigante. En tiempos de Franco, eso esataba totalmente prohibido y aunque son festividades antiguas, la gente en realidad no sabe divertirse (a no ser que tenga mucho alcohol encima, pero eso lo trato en otro post) y por eso no entienden bien cual es la idea de un carnaval (y esto, dicho por Españoles).
Claro que me han hablado de carnavales más "grandes" como el de Tenerife, el de Palma de Mallorca y el de Cádiz... aunque la verdad no tengo tiempo (ni muchas ganas) de ir por ahora, quizás el próximo año vaya y pueda comparar festividades. Por ahora, esta es mi experiencia en un carnaval Barcelonés.
Aquí dejo algunas fotos del evento:
Y dejo aquí porque este internet está como lento...
Aquí comparto con ustedes mis impresiones sobre el mundo en el que vivo... un poco de todo.
miércoles, 22 de febrero de 2012
Madrid (versión relámpago)
Recuerdo esos días donde mi sueño era salir de mi casa y tener la oportunidad de viajar cada que quisiera, en bus, tren, barco, avión... recorrer el mundo, conocer las culturas...
Esa niña ingenua no tuvo en cuenta que viajar es tan tan... ¡agotador!. Planear el viaje, comprar tiquetes, reservar habitaciones de hotel, imprimir los mapas y crear la mejor ruta (porque yo no confío en mi capacidad para ubicarme), armar maleta, ir hasta la estación/aeropuerto, el viaje en sí (últimamente ando con mucho dolor de espalda), cambios de clima... todo aquello que no se me pasó por la mente cuande desée estar en esta situación.
No soy malagradecida, me encanta esta oportunidad que tengo de recorrer tantos lugares, es sólo que cuando me toca viajar tan seguido (y para colmo ¡sola!) deja de ser tan divertido.
Ayer llegué de Madrid en un viaje súper relámpago para una cita con la embajada de UK (ay, ya se me está acabando el tiempo en España). Este viaje lo hice en tren de alta velocidad (algo más que puedo tachar de mi lista de "To do's while I'm here") y debo decir que me gustó mucho más que si hubiera ido en avión. El tren va rapidísimo (350 km/h) pero no se siente. Las sillas son muchísimo más cómodas que en un avión, el paisaje es precioso (España tiene unos paisajes rústicos, planos y "áridos" que tienen un encanto particular).
Llegué en la noche y busqué mi hotel. Como el lunes estuve haciendo vueltas todo el día, no tenía muchas ganas de salir a turistiar, y mi habitación del hotel estaba tan calientita luego de ese frío polar de afuera, que me quedé dormida instantáneamente. Ayer tuve la cita en la embajada en la mañana y terminé con el tiempo justo para devolverme al hotel, recoger mis cosas y salir corriendo para tomar el tren de vuelta. Lo poco que vi de Madrid me dio la impresión de ser una ciudad muy grande y muy moderna (o yo habré estado en la parte moderna), los madrileños (opinión basada en conversaciones con un taxista, una señora que vende en la tienda, un policía y alguien de la calle a quien le pregunté una dirección)... un poco groseros para ser sincera. No dan los buenos días, no responden cuando uno lo dice y hablan como regañando. Menos mal en la embajada me fue bien y me tocaron funcionarios amables. Eso sí, los taxis me parecieron baratos y la comida también.
Regresaré a Madrid de turista cuando haga menos frío y cuando tenga compañía (porque ya aprendí la lección y definitivamente no sirvo para turistiar sola). Menos mal ya cuadré con mis amigos de la U para irnos de paseo los fines de semana, a ver si aprovechamos nuestra estancia por aquí.
Por ahora tengo que preguntar si puedo viajar sólo con mi tarjeta de residente (mientras la embajada tiene mi pasaporte) porque Alemania me espera otra vez! (aunque sólo pensar en el viaje me da yuyo)
Esa niña ingenua no tuvo en cuenta que viajar es tan tan... ¡agotador!. Planear el viaje, comprar tiquetes, reservar habitaciones de hotel, imprimir los mapas y crear la mejor ruta (porque yo no confío en mi capacidad para ubicarme), armar maleta, ir hasta la estación/aeropuerto, el viaje en sí (últimamente ando con mucho dolor de espalda), cambios de clima... todo aquello que no se me pasó por la mente cuande desée estar en esta situación.
No soy malagradecida, me encanta esta oportunidad que tengo de recorrer tantos lugares, es sólo que cuando me toca viajar tan seguido (y para colmo ¡sola!) deja de ser tan divertido.
Ayer llegué de Madrid en un viaje súper relámpago para una cita con la embajada de UK (ay, ya se me está acabando el tiempo en España). Este viaje lo hice en tren de alta velocidad (algo más que puedo tachar de mi lista de "To do's while I'm here") y debo decir que me gustó mucho más que si hubiera ido en avión. El tren va rapidísimo (350 km/h) pero no se siente. Las sillas son muchísimo más cómodas que en un avión, el paisaje es precioso (España tiene unos paisajes rústicos, planos y "áridos" que tienen un encanto particular).
Llegué en la noche y busqué mi hotel. Como el lunes estuve haciendo vueltas todo el día, no tenía muchas ganas de salir a turistiar, y mi habitación del hotel estaba tan calientita luego de ese frío polar de afuera, que me quedé dormida instantáneamente. Ayer tuve la cita en la embajada en la mañana y terminé con el tiempo justo para devolverme al hotel, recoger mis cosas y salir corriendo para tomar el tren de vuelta. Lo poco que vi de Madrid me dio la impresión de ser una ciudad muy grande y muy moderna (o yo habré estado en la parte moderna), los madrileños (opinión basada en conversaciones con un taxista, una señora que vende en la tienda, un policía y alguien de la calle a quien le pregunté una dirección)... un poco groseros para ser sincera. No dan los buenos días, no responden cuando uno lo dice y hablan como regañando. Menos mal en la embajada me fue bien y me tocaron funcionarios amables. Eso sí, los taxis me parecieron baratos y la comida también.
Regresaré a Madrid de turista cuando haga menos frío y cuando tenga compañía (porque ya aprendí la lección y definitivamente no sirvo para turistiar sola). Menos mal ya cuadré con mis amigos de la U para irnos de paseo los fines de semana, a ver si aprovechamos nuestra estancia por aquí.
Por ahora tengo que preguntar si puedo viajar sólo con mi tarjeta de residente (mientras la embajada tiene mi pasaporte) porque Alemania me espera otra vez! (aunque sólo pensar en el viaje me da yuyo)
sábado, 18 de febrero de 2012
Viendo caras conocidas
Desde que llegué a estas tierras me ha pasado algo muy curioso, y esta segunda vez que vuelvo me sigue pasando (aunque ya no con tanta frecuencia): veo a las personas y las encuentro demasiado parecidas a personas que conocí en Colombia y que están allá.
Me pasa cuando voy al supermercado, cuando voy para la universidad, caminando por la calle, veo a las personas y constantemente (pueden ser hasta cuatro o cinco en un mismo día) veo personas que sé que no están aquí, pero el parecido es increíble.
Algunos compañeros (extranjeros y españoles pero que viven en otras partes) me cuentan que les pasa lo mismo. Es una sensación bastante extraña porque no veo personas cercanas (no siempre) sino personas que conocí en la u, o algunos vecinos, o personas que veía en mi rutina de allá... como si quisiera conservar esa rutina y mi mente buscara parecidos para no alterar mucho esa realidad, o quizás para acomodarse a esta nueva.
¡Ojalá no dure mucho porque voy a empezar a mezclar realidades!
Me pasa cuando voy al supermercado, cuando voy para la universidad, caminando por la calle, veo a las personas y constantemente (pueden ser hasta cuatro o cinco en un mismo día) veo personas que sé que no están aquí, pero el parecido es increíble.
Algunos compañeros (extranjeros y españoles pero que viven en otras partes) me cuentan que les pasa lo mismo. Es una sensación bastante extraña porque no veo personas cercanas (no siempre) sino personas que conocí en la u, o algunos vecinos, o personas que veía en mi rutina de allá... como si quisiera conservar esa rutina y mi mente buscara parecidos para no alterar mucho esa realidad, o quizás para acomodarse a esta nueva.
¡Ojalá no dure mucho porque voy a empezar a mezclar realidades!
viernes, 17 de febrero de 2012
Y te metes en mi territorio
¿Me pasa sólo a mi o a ustedes también les fastidia cuando empiezan a ver a alguien metiéndose mucho en sus vidas?
Soy muy celosa de mi vida privada, con mi familia y amigos cercanos y con el pequeño mundo que constituye mi mundo. Díganme infantil, pero me hierve la sangre cuando alguien quiere estar siempre metido en mi mundo sin mi expresa invitación o cuando no entienden que yo necesito mi espacio (es una parte de lo que hablaba en mi anterior post).
Hay que cosas que son de uno, que le pertenecen a uno y que se debe pensar dos veces antes de cruzar ciertas líneas. Pero no, hay gente que las cruza sin siquiera entender lo que hace.
Recuerdo que cuando era pequeña (y no era sólo yo, mis hermanas también) conocimos a una niña que se nos pegaba mucho cuando en el colegio había actos familiares. Ella tenía su familia, pero siempre quería venir y abrazar a nuestros papás. A nosotras no nos gustaba mucho y mi mamá siempre nos decía: "pero sean tolerantes, quizás no tiene una buena relación con su familia". Nosotras (medio enojadas) respondíamos: ahh no, ustedes son nuestros papás, ella tiene los de ella, que los busque.
Recuerdo que yo me enojaba mucho con una foto que tenían mis papás en la que estaban cargando a una niña (al fin ni recuerdo quién era) y yo siempre les preguntaba sospechosa que quién era ella, que por qué la estaban cargando y que dónde estábamos nosotras. Ahora que recuerdo me da risa, pero no mucha porque de cierta forma, sigo siendo igual de posesiva con los míos (que por ahora son familia y amigos cercanos).
Creo que la misma incapacidad que tengo de confiar en la gente hace que mi círculo íntimo no sea muy grande, y dado que yo crecí con mis papás y hermanas (sin primos, tíos o abuelos) me he aferrado mucho más a ellos. Es por eso que me enojo tanto cuando viene alguien de afuera a desestabilizar mi mundo. Lo mismo me pasa con mi grupo íntimo de amigos, cuando entra alguien (así sea que lo invite yo) y quieren quedarse y echar raíces de forma impuesta.
El novio de mi hermana se llevó su buena racha de malhumor por mi parte cuando empezó a andar con ella y cuando se empezó a integrar a mi familia. En su momento no lo entendí, pero era mi reacción a tener que compartir a mi familia con alguien más, y aunque ahora estoy consciente que nuestra familia tiene que crecer y que eventualmente cada quien tomará su camino, sigue siendo difícil para mi aceptar la entrada de alguien más.
Pero cuando esa persona quiere venir autoimpuesta, quiere estar metida en todo lo que hacemos (sea por educación o por llamar la atención) no me despierta celos sino un sentimiento de invasión que me enoja. Lo malo del caso es que no puedo decir nada porque son personas con las que mi familia (de una u otra forma) debe mantener relaciones cordiales (o eso dicen ellos... es mejor ser cordial y no la groserus non sapiens que tiendo a ser). Pero sinceramente no sé qué hacer, mi actitud tiende a ser muy transparente y así quiera disimular se me nota en la mirada y en mis palabras.
Me da miedo pensar que yo sea una celosa enfermiza (¡que sé que no soy, pero que tal que así se empiece!) y de verdad que trato de ser tolerante, pero es que hay situaciones que simplemente me vuelan la tapa y hacen que quiera gritarle las verdades a algunos!!
¿Le pasa a alguien también? De verdad, ¡espero no ser la única!
Soy muy celosa de mi vida privada, con mi familia y amigos cercanos y con el pequeño mundo que constituye mi mundo. Díganme infantil, pero me hierve la sangre cuando alguien quiere estar siempre metido en mi mundo sin mi expresa invitación o cuando no entienden que yo necesito mi espacio (es una parte de lo que hablaba en mi anterior post).
Hay que cosas que son de uno, que le pertenecen a uno y que se debe pensar dos veces antes de cruzar ciertas líneas. Pero no, hay gente que las cruza sin siquiera entender lo que hace.
Recuerdo que cuando era pequeña (y no era sólo yo, mis hermanas también) conocimos a una niña que se nos pegaba mucho cuando en el colegio había actos familiares. Ella tenía su familia, pero siempre quería venir y abrazar a nuestros papás. A nosotras no nos gustaba mucho y mi mamá siempre nos decía: "pero sean tolerantes, quizás no tiene una buena relación con su familia". Nosotras (medio enojadas) respondíamos: ahh no, ustedes son nuestros papás, ella tiene los de ella, que los busque.
Recuerdo que yo me enojaba mucho con una foto que tenían mis papás en la que estaban cargando a una niña (al fin ni recuerdo quién era) y yo siempre les preguntaba sospechosa que quién era ella, que por qué la estaban cargando y que dónde estábamos nosotras. Ahora que recuerdo me da risa, pero no mucha porque de cierta forma, sigo siendo igual de posesiva con los míos (que por ahora son familia y amigos cercanos).
Creo que la misma incapacidad que tengo de confiar en la gente hace que mi círculo íntimo no sea muy grande, y dado que yo crecí con mis papás y hermanas (sin primos, tíos o abuelos) me he aferrado mucho más a ellos. Es por eso que me enojo tanto cuando viene alguien de afuera a desestabilizar mi mundo. Lo mismo me pasa con mi grupo íntimo de amigos, cuando entra alguien (así sea que lo invite yo) y quieren quedarse y echar raíces de forma impuesta.
El novio de mi hermana se llevó su buena racha de malhumor por mi parte cuando empezó a andar con ella y cuando se empezó a integrar a mi familia. En su momento no lo entendí, pero era mi reacción a tener que compartir a mi familia con alguien más, y aunque ahora estoy consciente que nuestra familia tiene que crecer y que eventualmente cada quien tomará su camino, sigue siendo difícil para mi aceptar la entrada de alguien más.
Pero cuando esa persona quiere venir autoimpuesta, quiere estar metida en todo lo que hacemos (sea por educación o por llamar la atención) no me despierta celos sino un sentimiento de invasión que me enoja. Lo malo del caso es que no puedo decir nada porque son personas con las que mi familia (de una u otra forma) debe mantener relaciones cordiales (o eso dicen ellos... es mejor ser cordial y no la groserus non sapiens que tiendo a ser). Pero sinceramente no sé qué hacer, mi actitud tiende a ser muy transparente y así quiera disimular se me nota en la mirada y en mis palabras.
Me da miedo pensar que yo sea una celosa enfermiza (¡que sé que no soy, pero que tal que así se empiece!) y de verdad que trato de ser tolerante, pero es que hay situaciones que simplemente me vuelan la tapa y hacen que quiera gritarle las verdades a algunos!!
¿Le pasa a alguien también? De verdad, ¡espero no ser la única!
Las personas a mi alrededor
Estos días en cama me han hecho reflexionar mucho sobre las personas que tengo a mi alrededor y mi interacción con ellas.
Cuando estaba en Colombia yo pensaba en mi misma como una especie de "solitaria". Tenía a mi familia, a mis amigos, pero me gustaba mucho dejar tiempo para mí, para meditar, para pensar sobre la vida, o simplemente para no hacer nada. El caso es que había momentos en que prefería estar sola que estar con alguien por ahí.
Allá, sin embargo, nunca estaba sola. Siempre había alguien de mi familia o algún amigo a una distancia de una llamada. Entonces si me quería aislar, era difícil porque siempre habría alguien por ahí.
Ahora, sumado a eso, tengo que reconocer que aunque soy sociable, no confío tan fácil en todo el mundo. Para yo poder decir que una persona es "amig@" mía, tiene que pasar mucho tiempo, muchos momentos compartidos y... aún así... no me logro abrir completamente. A tal punto que mis amigos cercanos se reducen a dos amigas del colegio y dos o tres de la universidad (en quienes confío plenamente). Ya me ha pasado en un par de ocasiones que, personas que creí que eran mis amig@s, han salido con unos comportamientos que me han sorprendido y herido. Por esa razón (y creo que por mi naturaleza rígida) soy muy estricta al momento de seleccionar amistades.
También tengo otro problema, un defecto que me avergüenza, pero que no he podido saber cómo mejorar (aunque si me pongo la mano en el corazón, no sé si quiera cambiar): no soy capaz de estar con una persona constantemente por mucho tiempo.
Para mí la amistad es compartir momentos, no estar con alguien todo el tiempo. Ya me pasó una vez en la universidad que pasé mucho tiempo con alguien y luego me terminó fastidiando. Claro que pensé que era yo sola y hablé con una amiga en común, ella me dijo que también le pasaba lo mismo, y que también se avergonzaba, pero esta persona en particular es muy absorbente, entonces no supimos si éramos nosotras y nuestra aversión por pasar mucho tiempo con alguien o la forma de ser de la otra persona.
Esto me pasa y a veces me atasco porque hay gente a mi alrededor que llega un punto en que me asfixia, pero no sé cómo decirles de forma educada pero firme: "dame mi espacio" sin necesidad de terminar la amistad o de ofender. Y ese es el problema: por no hablar a tiempo, me lleno de fastidio y luego exploto y daño las relaciones.
En Colombia me pasó varias veces y la gran mayoría de veces rompí con las relaciones de forma completa (cosa que, con algunas personas, me arrepiento hoy en día), aunque a otros les di la oportunidad (y a veces, también me arrepiento hoy en día). Pero allá, por más que las personas fueran y vinieran, yo tenía a mis personitas constantes, entonces no me preocupaba realmente de quedarme sola.
Aquí, sin embargo, es otro rollo. Cuando llegué me dije a mi misma que este cambio iba a ser para explorarme lejos de la influencia de mi zona de confort. Aquí me he llegado a sentir realmente sola, de eso que no hay nadie a tu alrededor con quien puedas compartir y hay que sumar otro aspecto, en muchas ocasiones, cuando tengo problemas, no soy capaz de pedir ayuda, precisamente porque no hay mucha gente en la que confíe. Esto ha sido problemático porque es sólo luego de que me revolqué en la hiel de mis amargos pensamientos (es decir, cuando estoy en realidad hundida) es que se me da por pedir ayuda (hablar con alquien, o llorar)
Sin embargo, esta semana me he dado cuenta que lo triste de la situación de cierta forma ha hecho que me abra más con la gente (contrario a lo que yo creería). A veces el taco emocional es tan grande, que no tengo reparos en abrirme con personas más o menos cercanas, con tal de sacar esa tristeza que me aprisiona (claro que esto no es con todo el mundo, aún en medio de la depresión sigo siendo selectiva), pero veo que el hecho de que muchos de mis conocidos están en el mismo estado en el que yo estoy, hace que compartir estas cosas no sea tan descabellado, porque todos han pasado en mayor o menor medida por lo mismo.
Aquí estoy en una especie de terreno neutro donde todos estamos experimentando los mismos cambios, y me he dado cuenta que puedo compartir esos sentimientos con las personas que me rodean sin necesidad de tener que construir una relación de confianza o familiaridad extrema. Eso me gusta porque, como ya dije, yo tardo mucho en abrirme de verdad a alguien y pues, ayuda a alivianar la carga de estar lejos de casa.
Durante un tiempo pensé que la escritura me podría ayudar, pero luego de algunos problemitas que he tenido con mis escritos, decidí que iba a tratar de minimizar la escritura emocional (en picos de alegría o de tristeza) porque muchas veces sé que soy muy hiriente y a veces es simplemente efecto del calor del momento, pero las palabras escritas ahí permanecen y con ciertas personas que leen esto, es mejor pensarlo dos veces (aunque, por otra parte, estar eligiendo mis palabras con pinzas no era el objetivo de este blog...)
La interacción con las personas no había sido problema para mí hasta llegar aquí, porque yo necesito esa cuota de una persona en quien confíe de verdad, y aquí no tengo a nadie de ese tipo, pero me ha alegrado saber que mis compañeros están en las mismas, que yo no soy la única a quien le pasa y que en muchas ocasiones, no tengo por qué quedarme esperando a que las personas sean maravillosas y mi modelo de amig@... pensar que somos extraños compartiendo las mismas experiencias lo hace de cierta forma más llevadero... y quien sabe, quizás se me quiten las bobadas y prevenciones que tengo tan arraigadas.
Cuando estaba en Colombia yo pensaba en mi misma como una especie de "solitaria". Tenía a mi familia, a mis amigos, pero me gustaba mucho dejar tiempo para mí, para meditar, para pensar sobre la vida, o simplemente para no hacer nada. El caso es que había momentos en que prefería estar sola que estar con alguien por ahí.
Allá, sin embargo, nunca estaba sola. Siempre había alguien de mi familia o algún amigo a una distancia de una llamada. Entonces si me quería aislar, era difícil porque siempre habría alguien por ahí.
Ahora, sumado a eso, tengo que reconocer que aunque soy sociable, no confío tan fácil en todo el mundo. Para yo poder decir que una persona es "amig@" mía, tiene que pasar mucho tiempo, muchos momentos compartidos y... aún así... no me logro abrir completamente. A tal punto que mis amigos cercanos se reducen a dos amigas del colegio y dos o tres de la universidad (en quienes confío plenamente). Ya me ha pasado en un par de ocasiones que, personas que creí que eran mis amig@s, han salido con unos comportamientos que me han sorprendido y herido. Por esa razón (y creo que por mi naturaleza rígida) soy muy estricta al momento de seleccionar amistades.
También tengo otro problema, un defecto que me avergüenza, pero que no he podido saber cómo mejorar (aunque si me pongo la mano en el corazón, no sé si quiera cambiar): no soy capaz de estar con una persona constantemente por mucho tiempo.
Para mí la amistad es compartir momentos, no estar con alguien todo el tiempo. Ya me pasó una vez en la universidad que pasé mucho tiempo con alguien y luego me terminó fastidiando. Claro que pensé que era yo sola y hablé con una amiga en común, ella me dijo que también le pasaba lo mismo, y que también se avergonzaba, pero esta persona en particular es muy absorbente, entonces no supimos si éramos nosotras y nuestra aversión por pasar mucho tiempo con alguien o la forma de ser de la otra persona.
Esto me pasa y a veces me atasco porque hay gente a mi alrededor que llega un punto en que me asfixia, pero no sé cómo decirles de forma educada pero firme: "dame mi espacio" sin necesidad de terminar la amistad o de ofender. Y ese es el problema: por no hablar a tiempo, me lleno de fastidio y luego exploto y daño las relaciones.
En Colombia me pasó varias veces y la gran mayoría de veces rompí con las relaciones de forma completa (cosa que, con algunas personas, me arrepiento hoy en día), aunque a otros les di la oportunidad (y a veces, también me arrepiento hoy en día). Pero allá, por más que las personas fueran y vinieran, yo tenía a mis personitas constantes, entonces no me preocupaba realmente de quedarme sola.
Aquí, sin embargo, es otro rollo. Cuando llegué me dije a mi misma que este cambio iba a ser para explorarme lejos de la influencia de mi zona de confort. Aquí me he llegado a sentir realmente sola, de eso que no hay nadie a tu alrededor con quien puedas compartir y hay que sumar otro aspecto, en muchas ocasiones, cuando tengo problemas, no soy capaz de pedir ayuda, precisamente porque no hay mucha gente en la que confíe. Esto ha sido problemático porque es sólo luego de que me revolqué en la hiel de mis amargos pensamientos (es decir, cuando estoy en realidad hundida) es que se me da por pedir ayuda (hablar con alquien, o llorar)
Sin embargo, esta semana me he dado cuenta que lo triste de la situación de cierta forma ha hecho que me abra más con la gente (contrario a lo que yo creería). A veces el taco emocional es tan grande, que no tengo reparos en abrirme con personas más o menos cercanas, con tal de sacar esa tristeza que me aprisiona (claro que esto no es con todo el mundo, aún en medio de la depresión sigo siendo selectiva), pero veo que el hecho de que muchos de mis conocidos están en el mismo estado en el que yo estoy, hace que compartir estas cosas no sea tan descabellado, porque todos han pasado en mayor o menor medida por lo mismo.
Aquí estoy en una especie de terreno neutro donde todos estamos experimentando los mismos cambios, y me he dado cuenta que puedo compartir esos sentimientos con las personas que me rodean sin necesidad de tener que construir una relación de confianza o familiaridad extrema. Eso me gusta porque, como ya dije, yo tardo mucho en abrirme de verdad a alguien y pues, ayuda a alivianar la carga de estar lejos de casa.
Durante un tiempo pensé que la escritura me podría ayudar, pero luego de algunos problemitas que he tenido con mis escritos, decidí que iba a tratar de minimizar la escritura emocional (en picos de alegría o de tristeza) porque muchas veces sé que soy muy hiriente y a veces es simplemente efecto del calor del momento, pero las palabras escritas ahí permanecen y con ciertas personas que leen esto, es mejor pensarlo dos veces (aunque, por otra parte, estar eligiendo mis palabras con pinzas no era el objetivo de este blog...)
La interacción con las personas no había sido problema para mí hasta llegar aquí, porque yo necesito esa cuota de una persona en quien confíe de verdad, y aquí no tengo a nadie de ese tipo, pero me ha alegrado saber que mis compañeros están en las mismas, que yo no soy la única a quien le pasa y que en muchas ocasiones, no tengo por qué quedarme esperando a que las personas sean maravillosas y mi modelo de amig@... pensar que somos extraños compartiendo las mismas experiencias lo hace de cierta forma más llevadero... y quien sabe, quizás se me quiten las bobadas y prevenciones que tengo tan arraigadas.
Resumen de las vacaciones
Ahora sí, el recuento del viaje a Colombia (se siente tan raro escribir eso).
Tengo que empezar diciendo que el día del viaje de ida empezó bastante mal. Me levanté a las 5am para estar lista en el tren a las 7am. El señor de la casa donde vivo me llevó hasta la estación y nos despedimos. Subí a la plataforma a esperar el tren, que llegó con retraso de 10 minutos. Se demoraron en abrir la puerta y adentro se veía una cierta conmoción. Al final abrieron la puerta pero había muchos policías y muchos gritos. Uno de los policías me ayudó a subir la maleta, pero en el momento en que me iba a sentar, empezaron a correr hacia el otro vagón y la gente se empezó a agitar, de repente estalló la guerra al lado mío: empezaron puños y patadas y yo petrificada!
Me arrinconé y dejé que la cosa pasara (en ese momento no entendí qué había pasado) cuando vi pasar un muchacho sangrando y una muchacha con la cara arañada. Luego atrás estaban los policías y algunos muchachos gritando y golpeándose. El tren, obviamente estaba parado y los pasajeros que estábamos adentro estábamos silenciosos y expectantes.
Pasaron varios minutos y la conmoción se calmó, luego alguien preguntó qué había pasado y un policía dijo que había dos grupitos de jóvenes que venían de festejar (al parecer aún seguían bajo la influencia de drogas o alcohol) y se agarraron a pelear, en el momento de la pelea, alguien picó una botella e hirió a uno de ellos.
Este es el panorama: sola, con una maleta, en la estación de tren, con un frío impresionante, en medio de policía, ambulancia, gente loca y drogada y apurada para llegar al aeropuerto (sin saber qué más hacer) pues decidí bajarme del tren y coger un taxi en la calle, con tan buena suerte que encontré uno en la parada.
Me tocó irme en taxi hasta el aeropuerto (y por el radio taxi escuchamos que pararon los trenes que pasaban por ahí y que enviaran taxis a esa estación) y luego busqué mi sala de abordaje. Ahí esperé porque el avión salía a las 10:30 am... eran las 9:50 y no había señas del avión (era de Iberia). Así pasó otra hora cuando llegó una azafata a decir que el avión estaba retrasado (¡nooo!) y que tuviéramos paciencia. En realidad yo estaba tranquila porque mi conexión en Madrid era a las 3:30pm, pero los demás pasajeros estaban agitados porque muchos de ellos tuvieron que comprar esos tiquetes a última hora luego del cierre de Spanair. El caso fue que terminamos despegando a las 12 pasadas y llegamos a Madrid una hora después.
En Madrid, luego de pasear las terminales con el tren subterráneneo, encontré mi sala de abordaje, así que comí un poco y luego me fui a la sala (se notaba que era avión que iba para Coombia porque estaban todos hablando duro y había niños brincando por ahí). Este avión también llegó retrasado y salimos con más retraso.
Como esta vez no me dejaron elegir la silla, me tocó en la última fila. Pensé: "Bueno, ¿qué más da?, experiencia nueva"... Jamás lo vuelvo a hacer y les recomiendo que NUNCA pidan la silla (o la sección entera) de atrás. El viaje se me hizo eterno porque mi reloj marcaba las 11pm y el cielo estaba azulito y con un sol brillante. La silla era muy incómoda y encima habían dos bebes llorando (pobrecitos, también me imagino que estaban cansados). Lo mejor del caso fue cuando entramos por Venezuela, porque empezó una turbulencia súper maluca. Allá atrás yo escuchaba la cola del avión retorciéndose y honestamente pensé que hasta ahí llegaba yo ¡hasta alcancé a redactar mentalmente el testamento!. Luego, cuando entramos a Bogotá, no teníamos permiso de aterrizar y nos quedamos un rato dando vueltas en la ciudad hasta que por fin, aterrizamos.
La bienvenida fue la picada de un mosquito y una oleada de calor impresionante (y no me podía quitar mi chaqueta de invierno porque venía muy encartada). Luego a buscar la otra terminal y ... oh sorpresa... estaba llenísima de gente porque había muchos vuelos retrasados. Resulta que están haciendo mejoras o construcciones en las pistas y Avianca está hecha un despelote. Por fin me pudieron poner en un vuelo a las 10:30pm (aunque para mi ya era el equivalente a las 4:30am) y me subí al último de los tres aviones.
Esta vez me pusieron en la ventanilla de emergencia y casi me muero de la risa cuando dicen lo de "en caso de alguna eventualidad, ¿podemos contar con que sigan las instrucciones de abrir esta puerta?", llevaba viajando todo el día, estaba súper agitada, mareada y cansada... cualquier eventualidad y yo no sería sino la primera con infarto cardíaco.
Al fin llegué a Medellín y mi papá me estaba esperando (mi mamá no pudo subir porque estaba con gripa) y luego de otra hora en carro, llegué a mi casa.
La llegada fue emotiva, abracé a mis hermanas, a mi mamá a mi cuñado, mi perro no me reconoció y me ladró como a una extraña, pero iba tan cansada que dije que después me ganaba su confianza. Hablé con mis papás un rato y luego caí como piedra.
Al otro día me desperté como a las 8am y retomé las costumbres de mi casa: hablar todo el rato mientras sirven el desayuno y luego quedarnos en la mesa hablando. Hablamos mucho y me sentí muy contenta por estar de nuevo con ellos.
Luego salí con mi mamá y mis hermanas y volvimos a la casa. Esa semana salimos mucho todos juntos, les entregué las cositas que les llevé (jamones, chorizos y demás embutidos y quesos) y les enseñé cómo se hace el pan tumaca, los montaditos y otras cosas que he aprendido aquí. Preparamos paella con algunos ingredientes que llevé, visité a mi prima que recién tuvo una bebe, mis amigas fueron a mi casa a pasar un día completo, luego estuvimos en la universidad recordando viejos tiempos. En fin, creo que aproveché mucho esos 10 días.
Ahora bien, ya conté que no me había enfermado hasta el día que me tenía que devolver (por lo menos el viaje de vuelta me la pasé durmiendo, pero era vuelo directo entonces no hubo contratiempos). Me pusieron en un avión que salía antes para evitar perder la conexión internacional y llegué al aeropuerto del Prat, con el corazón chiquito de nostalgia, el cuerpo machucado del viaje y de la gripa y la sorpresa que tenía que pasar mi maleta por rayos X...
Resulta que el empleado del momento no estaba de muy buenas pulgas y se puso estricto, me abrió la maleta y ya se iba a poner a abrir todos y cada uno de los paquetes que traía cuando afortunadamente lo llamaron, y el que dejó encargado me dijo: vaya tranquila, cierre la maleta que aquel está que "flipa" hoy (o algo así). Entonces pude pasar, cogí el tren y llegué a mi casa.
Todavía tengo el jet lag vivo, aunque poco a poco me he ido reacostumbrando al horario, al frío y a la rutina. Tuve que posponer el viaje a Madrid para este lunes que viene (lo que me salió por un ojo de la cara al hacer cambio de tiquetes del tren) pero ya me siento mucho mejor, entonces que venga lo que quiera venirse (¡y lo bueno es que me voy a montar en tren de alta velocidad!).
Esta semana aparte de convalescencia, me reintegré a la universidad, me estoy reintegrando a las actividades del pueblo (estamos en carnaval) y pues, poco a poco retomo mi vida aquí. Pero me queda en el corazón estos días que pasé con mi familia y mis amigos más cercanos, la alegría de volver a tener esos momentos con las personas que realmente quiero, en quienes confío y que son todo en mi mundo.
Tengo que empezar diciendo que el día del viaje de ida empezó bastante mal. Me levanté a las 5am para estar lista en el tren a las 7am. El señor de la casa donde vivo me llevó hasta la estación y nos despedimos. Subí a la plataforma a esperar el tren, que llegó con retraso de 10 minutos. Se demoraron en abrir la puerta y adentro se veía una cierta conmoción. Al final abrieron la puerta pero había muchos policías y muchos gritos. Uno de los policías me ayudó a subir la maleta, pero en el momento en que me iba a sentar, empezaron a correr hacia el otro vagón y la gente se empezó a agitar, de repente estalló la guerra al lado mío: empezaron puños y patadas y yo petrificada!
Me arrinconé y dejé que la cosa pasara (en ese momento no entendí qué había pasado) cuando vi pasar un muchacho sangrando y una muchacha con la cara arañada. Luego atrás estaban los policías y algunos muchachos gritando y golpeándose. El tren, obviamente estaba parado y los pasajeros que estábamos adentro estábamos silenciosos y expectantes.
Pasaron varios minutos y la conmoción se calmó, luego alguien preguntó qué había pasado y un policía dijo que había dos grupitos de jóvenes que venían de festejar (al parecer aún seguían bajo la influencia de drogas o alcohol) y se agarraron a pelear, en el momento de la pelea, alguien picó una botella e hirió a uno de ellos.
Este es el panorama: sola, con una maleta, en la estación de tren, con un frío impresionante, en medio de policía, ambulancia, gente loca y drogada y apurada para llegar al aeropuerto (sin saber qué más hacer) pues decidí bajarme del tren y coger un taxi en la calle, con tan buena suerte que encontré uno en la parada.
Me tocó irme en taxi hasta el aeropuerto (y por el radio taxi escuchamos que pararon los trenes que pasaban por ahí y que enviaran taxis a esa estación) y luego busqué mi sala de abordaje. Ahí esperé porque el avión salía a las 10:30 am... eran las 9:50 y no había señas del avión (era de Iberia). Así pasó otra hora cuando llegó una azafata a decir que el avión estaba retrasado (¡nooo!) y que tuviéramos paciencia. En realidad yo estaba tranquila porque mi conexión en Madrid era a las 3:30pm, pero los demás pasajeros estaban agitados porque muchos de ellos tuvieron que comprar esos tiquetes a última hora luego del cierre de Spanair. El caso fue que terminamos despegando a las 12 pasadas y llegamos a Madrid una hora después.
En Madrid, luego de pasear las terminales con el tren subterráneneo, encontré mi sala de abordaje, así que comí un poco y luego me fui a la sala (se notaba que era avión que iba para Coombia porque estaban todos hablando duro y había niños brincando por ahí). Este avión también llegó retrasado y salimos con más retraso.
Como esta vez no me dejaron elegir la silla, me tocó en la última fila. Pensé: "Bueno, ¿qué más da?, experiencia nueva"... Jamás lo vuelvo a hacer y les recomiendo que NUNCA pidan la silla (o la sección entera) de atrás. El viaje se me hizo eterno porque mi reloj marcaba las 11pm y el cielo estaba azulito y con un sol brillante. La silla era muy incómoda y encima habían dos bebes llorando (pobrecitos, también me imagino que estaban cansados). Lo mejor del caso fue cuando entramos por Venezuela, porque empezó una turbulencia súper maluca. Allá atrás yo escuchaba la cola del avión retorciéndose y honestamente pensé que hasta ahí llegaba yo ¡hasta alcancé a redactar mentalmente el testamento!. Luego, cuando entramos a Bogotá, no teníamos permiso de aterrizar y nos quedamos un rato dando vueltas en la ciudad hasta que por fin, aterrizamos.
La bienvenida fue la picada de un mosquito y una oleada de calor impresionante (y no me podía quitar mi chaqueta de invierno porque venía muy encartada). Luego a buscar la otra terminal y ... oh sorpresa... estaba llenísima de gente porque había muchos vuelos retrasados. Resulta que están haciendo mejoras o construcciones en las pistas y Avianca está hecha un despelote. Por fin me pudieron poner en un vuelo a las 10:30pm (aunque para mi ya era el equivalente a las 4:30am) y me subí al último de los tres aviones.
Esta vez me pusieron en la ventanilla de emergencia y casi me muero de la risa cuando dicen lo de "en caso de alguna eventualidad, ¿podemos contar con que sigan las instrucciones de abrir esta puerta?", llevaba viajando todo el día, estaba súper agitada, mareada y cansada... cualquier eventualidad y yo no sería sino la primera con infarto cardíaco.
Al fin llegué a Medellín y mi papá me estaba esperando (mi mamá no pudo subir porque estaba con gripa) y luego de otra hora en carro, llegué a mi casa.
La llegada fue emotiva, abracé a mis hermanas, a mi mamá a mi cuñado, mi perro no me reconoció y me ladró como a una extraña, pero iba tan cansada que dije que después me ganaba su confianza. Hablé con mis papás un rato y luego caí como piedra.
Al otro día me desperté como a las 8am y retomé las costumbres de mi casa: hablar todo el rato mientras sirven el desayuno y luego quedarnos en la mesa hablando. Hablamos mucho y me sentí muy contenta por estar de nuevo con ellos.
Luego salí con mi mamá y mis hermanas y volvimos a la casa. Esa semana salimos mucho todos juntos, les entregué las cositas que les llevé (jamones, chorizos y demás embutidos y quesos) y les enseñé cómo se hace el pan tumaca, los montaditos y otras cosas que he aprendido aquí. Preparamos paella con algunos ingredientes que llevé, visité a mi prima que recién tuvo una bebe, mis amigas fueron a mi casa a pasar un día completo, luego estuvimos en la universidad recordando viejos tiempos. En fin, creo que aproveché mucho esos 10 días.
Ahora bien, ya conté que no me había enfermado hasta el día que me tenía que devolver (por lo menos el viaje de vuelta me la pasé durmiendo, pero era vuelo directo entonces no hubo contratiempos). Me pusieron en un avión que salía antes para evitar perder la conexión internacional y llegué al aeropuerto del Prat, con el corazón chiquito de nostalgia, el cuerpo machucado del viaje y de la gripa y la sorpresa que tenía que pasar mi maleta por rayos X...
Resulta que el empleado del momento no estaba de muy buenas pulgas y se puso estricto, me abrió la maleta y ya se iba a poner a abrir todos y cada uno de los paquetes que traía cuando afortunadamente lo llamaron, y el que dejó encargado me dijo: vaya tranquila, cierre la maleta que aquel está que "flipa" hoy (o algo así). Entonces pude pasar, cogí el tren y llegué a mi casa.
Todavía tengo el jet lag vivo, aunque poco a poco me he ido reacostumbrando al horario, al frío y a la rutina. Tuve que posponer el viaje a Madrid para este lunes que viene (lo que me salió por un ojo de la cara al hacer cambio de tiquetes del tren) pero ya me siento mucho mejor, entonces que venga lo que quiera venirse (¡y lo bueno es que me voy a montar en tren de alta velocidad!).
Esta semana aparte de convalescencia, me reintegré a la universidad, me estoy reintegrando a las actividades del pueblo (estamos en carnaval) y pues, poco a poco retomo mi vida aquí. Pero me queda en el corazón estos días que pasé con mi familia y mis amigos más cercanos, la alegría de volver a tener esos momentos con las personas que realmente quiero, en quienes confío y que son todo en mi mundo.
jueves, 16 de febrero de 2012
Regresé a España
Definitivamente cuando viene una, vienen todas juntas.
Cuando llegué a Colombia mi mamá tenía gripa, luego cayó mi hermana, luego mi otra hermana. Me visitaron varios amigos, algunos con gripa, varias personas que visité tenían gripa, me mojé con el agua fría de Rionegro... y a pesar de todo, no me había enfermado.
Sólo faltó que empezara a empacar la maleta para que me cayera encima la gripa. Así me tocó viajar. Menos mal cuando llegué el frío no estaba tan fuerte, pero al otro día de llegar, la temperatura bajó impresionante y nevó, entonces la gripa se me declaró en todo su furor! Agréguenle a eso la llegada del periodo (con su correspondiente PMS más fuerte que nunca) el cansancio del viaje, el cambio de horario, la nostalgia por dejar a mi familia y el estrés del viaje a Madrid por la visa de UK.... y no sé cómo no me dio algo peor.
He pasado los días más horribles, deprimentes y a la vez aleccionadores de mi vida aquí en España. Menos mal ya estoy mejorando y poco a poco la vida vuelve a ser bella otra vez (hasta el clima está cambiando, está más tibiecito).
Sin embargo, estos días en cama me han servido para aprender a apreciar la compañía de personas de quienes no esperaba gestos de amabilidad, me ha servido para aprender que tengo un límite y todo no puedo hacerlo sola, aprendí que en muchas ocasiones es mejor encerrarse a llorar y desahogarse cuando lo necesite que quedarme con ese taco adentro, aprendí que no puedo tomar decisiones cuando anímica y físicamente no estoy bien, aprendí que la frustración no lleva a nada y que en ciertas ocasiones lo mejor es irse a dormir y dejar que la naturaleza siga su curso y lo más importante es que aprendí que hay un día tras de otro y que no hay mal que dure cien años: todo pasa!
También creo que le encontré un sentido a lo que estoy haciendo aquí, ya encontré la meta de mi viaje y creo que a ello me aferraré más adelante (la comparto después) y también confirmé lo mucho que quiero a mi familia y aunque me hacen mucha falta (mucha más de la que digo) se que esto no es por siempre, y que pronto volveremos a estar juntos y en mejores condiciones.
Como dije, han sido los días más horrorosos de mi estadía, pero prefiero tomarlos como días de aprendizaje intensivo, un serio regaño de la vida por como estaba llevando la mía. Espero recordar esto cuando vuelvan las vacas flacas!
Ahh y sobre el viaje, en un próximo post porque estoy terminando un trabajo de la U!
Cuando llegué a Colombia mi mamá tenía gripa, luego cayó mi hermana, luego mi otra hermana. Me visitaron varios amigos, algunos con gripa, varias personas que visité tenían gripa, me mojé con el agua fría de Rionegro... y a pesar de todo, no me había enfermado.
Sólo faltó que empezara a empacar la maleta para que me cayera encima la gripa. Así me tocó viajar. Menos mal cuando llegué el frío no estaba tan fuerte, pero al otro día de llegar, la temperatura bajó impresionante y nevó, entonces la gripa se me declaró en todo su furor! Agréguenle a eso la llegada del periodo (con su correspondiente PMS más fuerte que nunca) el cansancio del viaje, el cambio de horario, la nostalgia por dejar a mi familia y el estrés del viaje a Madrid por la visa de UK.... y no sé cómo no me dio algo peor.
He pasado los días más horribles, deprimentes y a la vez aleccionadores de mi vida aquí en España. Menos mal ya estoy mejorando y poco a poco la vida vuelve a ser bella otra vez (hasta el clima está cambiando, está más tibiecito).
Sin embargo, estos días en cama me han servido para aprender a apreciar la compañía de personas de quienes no esperaba gestos de amabilidad, me ha servido para aprender que tengo un límite y todo no puedo hacerlo sola, aprendí que en muchas ocasiones es mejor encerrarse a llorar y desahogarse cuando lo necesite que quedarme con ese taco adentro, aprendí que no puedo tomar decisiones cuando anímica y físicamente no estoy bien, aprendí que la frustración no lleva a nada y que en ciertas ocasiones lo mejor es irse a dormir y dejar que la naturaleza siga su curso y lo más importante es que aprendí que hay un día tras de otro y que no hay mal que dure cien años: todo pasa!
También creo que le encontré un sentido a lo que estoy haciendo aquí, ya encontré la meta de mi viaje y creo que a ello me aferraré más adelante (la comparto después) y también confirmé lo mucho que quiero a mi familia y aunque me hacen mucha falta (mucha más de la que digo) se que esto no es por siempre, y que pronto volveremos a estar juntos y en mejores condiciones.
Como dije, han sido los días más horrorosos de mi estadía, pero prefiero tomarlos como días de aprendizaje intensivo, un serio regaño de la vida por como estaba llevando la mía. Espero recordar esto cuando vuelvan las vacas flacas!
Ahh y sobre el viaje, en un próximo post porque estoy terminando un trabajo de la U!
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