Ahora sí, el recuento del viaje a Colombia (se siente tan raro escribir eso).
Tengo que empezar diciendo que el día del viaje de ida empezó bastante mal. Me levanté a las 5am para estar lista en el tren a las 7am. El señor de la casa donde vivo me llevó hasta la estación y nos despedimos. Subí a la plataforma a esperar el tren, que llegó con retraso de 10 minutos. Se demoraron en abrir la puerta y adentro se veía una cierta conmoción. Al final abrieron la puerta pero había muchos policías y muchos gritos. Uno de los policías me ayudó a subir la maleta, pero en el momento en que me iba a sentar, empezaron a correr hacia el otro vagón y la gente se empezó a agitar, de repente estalló la guerra al lado mío: empezaron puños y patadas y yo petrificada!
Me arrinconé y dejé que la cosa pasara (en ese momento no entendí qué había pasado) cuando vi pasar un muchacho sangrando y una muchacha con la cara arañada. Luego atrás estaban los policías y algunos muchachos gritando y golpeándose. El tren, obviamente estaba parado y los pasajeros que estábamos adentro estábamos silenciosos y expectantes.
Pasaron varios minutos y la conmoción se calmó, luego alguien preguntó qué había pasado y un policía dijo que había dos grupitos de jóvenes que venían de festejar (al parecer aún seguían bajo la influencia de drogas o alcohol) y se agarraron a pelear, en el momento de la pelea, alguien picó una botella e hirió a uno de ellos.
Este es el panorama: sola, con una maleta, en la estación de tren, con un frío impresionante, en medio de policía, ambulancia, gente loca y drogada y apurada para llegar al aeropuerto (sin saber qué más hacer) pues decidí bajarme del tren y coger un taxi en la calle, con tan buena suerte que encontré uno en la parada.
Me tocó irme en taxi hasta el aeropuerto (y por el radio taxi escuchamos que pararon los trenes que pasaban por ahí y que enviaran taxis a esa estación) y luego busqué mi sala de abordaje. Ahí esperé porque el avión salía a las 10:30 am... eran las 9:50 y no había señas del avión (era de Iberia). Así pasó otra hora cuando llegó una azafata a decir que el avión estaba retrasado (¡nooo!) y que tuviéramos paciencia. En realidad yo estaba tranquila porque mi conexión en Madrid era a las 3:30pm, pero los demás pasajeros estaban agitados porque muchos de ellos tuvieron que comprar esos tiquetes a última hora luego del cierre de Spanair. El caso fue que terminamos despegando a las 12 pasadas y llegamos a Madrid una hora después.
En Madrid, luego de pasear las terminales con el tren subterráneneo, encontré mi sala de abordaje, así que comí un poco y luego me fui a la sala (se notaba que era avión que iba para Coombia porque estaban todos hablando duro y había niños brincando por ahí). Este avión también llegó retrasado y salimos con más retraso.
Como esta vez no me dejaron elegir la silla, me tocó en la última fila. Pensé: "Bueno, ¿qué más da?, experiencia nueva"... Jamás lo vuelvo a hacer y les recomiendo que NUNCA pidan la silla (o la sección entera) de atrás. El viaje se me hizo eterno porque mi reloj marcaba las 11pm y el cielo estaba azulito y con un sol brillante. La silla era muy incómoda y encima habían dos bebes llorando (pobrecitos, también me imagino que estaban cansados). Lo mejor del caso fue cuando entramos por Venezuela, porque empezó una turbulencia súper maluca. Allá atrás yo escuchaba la cola del avión retorciéndose y honestamente pensé que hasta ahí llegaba yo ¡hasta alcancé a redactar mentalmente el testamento!. Luego, cuando entramos a Bogotá, no teníamos permiso de aterrizar y nos quedamos un rato dando vueltas en la ciudad hasta que por fin, aterrizamos.
La bienvenida fue la picada de un mosquito y una oleada de calor impresionante (y no me podía quitar mi chaqueta de invierno porque venía muy encartada). Luego a buscar la otra terminal y ... oh sorpresa... estaba llenísima de gente porque había muchos vuelos retrasados. Resulta que están haciendo mejoras o construcciones en las pistas y Avianca está hecha un despelote. Por fin me pudieron poner en un vuelo a las 10:30pm (aunque para mi ya era el equivalente a las 4:30am) y me subí al último de los tres aviones.
Esta vez me pusieron en la ventanilla de emergencia y casi me muero de la risa cuando dicen lo de "en caso de alguna eventualidad, ¿podemos contar con que sigan las instrucciones de abrir esta puerta?", llevaba viajando todo el día, estaba súper agitada, mareada y cansada... cualquier eventualidad y yo no sería sino la primera con infarto cardíaco.
Al fin llegué a Medellín y mi papá me estaba esperando (mi mamá no pudo subir porque estaba con gripa) y luego de otra hora en carro, llegué a mi casa.
La llegada fue emotiva, abracé a mis hermanas, a mi mamá a mi cuñado, mi perro no me reconoció y me ladró como a una extraña, pero iba tan cansada que dije que después me ganaba su confianza. Hablé con mis papás un rato y luego caí como piedra.
Al otro día me desperté como a las 8am y retomé las costumbres de mi casa: hablar todo el rato mientras sirven el desayuno y luego quedarnos en la mesa hablando. Hablamos mucho y me sentí muy contenta por estar de nuevo con ellos.
Luego salí con mi mamá y mis hermanas y volvimos a la casa. Esa semana salimos mucho todos juntos, les entregué las cositas que les llevé (jamones, chorizos y demás embutidos y quesos) y les enseñé cómo se hace el pan tumaca, los montaditos y otras cosas que he aprendido aquí. Preparamos paella con algunos ingredientes que llevé, visité a mi prima que recién tuvo una bebe, mis amigas fueron a mi casa a pasar un día completo, luego estuvimos en la universidad recordando viejos tiempos. En fin, creo que aproveché mucho esos 10 días.
Ahora bien, ya conté que no me había enfermado hasta el día que me tenía que devolver (por lo menos el viaje de vuelta me la pasé durmiendo, pero era vuelo directo entonces no hubo contratiempos). Me pusieron en un avión que salía antes para evitar perder la conexión internacional y llegué al aeropuerto del Prat, con el corazón chiquito de nostalgia, el cuerpo machucado del viaje y de la gripa y la sorpresa que tenía que pasar mi maleta por rayos X...
Resulta que el empleado del momento no estaba de muy buenas pulgas y se puso estricto, me abrió la maleta y ya se iba a poner a abrir todos y cada uno de los paquetes que traía cuando afortunadamente lo llamaron, y el que dejó encargado me dijo: vaya tranquila, cierre la maleta que aquel está que "flipa" hoy (o algo así). Entonces pude pasar, cogí el tren y llegué a mi casa.
Todavía tengo el jet lag vivo, aunque poco a poco me he ido reacostumbrando al horario, al frío y a la rutina. Tuve que posponer el viaje a Madrid para este lunes que viene (lo que me salió por un ojo de la cara al hacer cambio de tiquetes del tren) pero ya me siento mucho mejor, entonces que venga lo que quiera venirse (¡y lo bueno es que me voy a montar en tren de alta velocidad!).
Esta semana aparte de convalescencia, me reintegré a la universidad, me estoy reintegrando a las actividades del pueblo (estamos en carnaval) y pues, poco a poco retomo mi vida aquí. Pero me queda en el corazón estos días que pasé con mi familia y mis amigos más cercanos, la alegría de volver a tener esos momentos con las personas que realmente quiero, en quienes confío y que son todo en mi mundo.
Que bueno que pudiste compartir mimentos preciosos con tu familia. Me dió mucha risa eso del testamento metal jajaja
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