Hoy aprovecho mi periodo de convalecencia (que raro, me enfermé otra vez) para comentar algo que tenía en el tintero.
¿Por qué cuando las mujeres ascendemos a niveles superiores nos volvemos bastante tiranas? Obvio, no digo que todas sean/seamos así, así que mi reflexión de hoy se basa en lo que conozco del ambiente en el que vivo.
En la universidad tuve varias profesoras, todas doctoradas, excelentes profesionales, supremamente inteligentes y grandes académicas. Sin embargo, todas compartían dos características similares: estaban solteras o separadas (sólo una vivía con el esposo en unión libre y luego me enteré que el señor era bastante suelto de pantalones, pero es rumor) y tienen un estado de ánimo supremamente variable (más allá de lo normal).
Estas mujeres tenían un carácter relativamente agradable, mientras uno no se metiera en su territorio. A la menor provocación, saltaban de forma bastante poco agradable, reaccionaban violentamente y de una forma poco profesional y casi que infantil.
Incontables son las historias de los estudiantes de mi generación quienes las escuchamos gritarse las unas a las otras (o a otros), los que nos contaban las trifulcas que armaban en los comités o con personas que simplemente no les cayeran en gracia.
Yo sé que por un lado va el desarrollo intelectual y por otro muy diferente el emocional, pero no pensé que era la regla.
Ahora bien, llegué al mundo laboral y la situación no cambia para nada. Sin embargo, aquí hay que agregar un pequeño detalle, el mundo laboral ha sido, tradicionalmente, un mundo masculino. Las mujeres han tenido que luchar mucho para ganarse una posición dentro de este mundo y esa no ha sido una lucha fácil porque hablamos de enfrentarse a prejuicios y guerras de género largamente arraigados.
En mi trabajo, en toda la línea de los superiores, sólo hay una mujer. Hay que reconocerlo, es supremamente inteligente (intelectualmente hablando), es estratégica y por lo que he visto, sabe manejar muy bien los equipos que le ponen para producir.
Sin embargo, si uno presta atención a los comentarios de pasillo (y no hay ni que esperar a ver cuándo dicen algo, porque es constante) no es la mejor persona del mundo.
Recién llegada, uno de los compañeros de mi oficina me dijo que ella era la típica mujer frustrada, que se queda sola, que ningún hombre la quiere, que llegó hasta donde está porque le abrió las piernas a alguien, que es de las que se manda flores a sí misma el día del cumpleaños y no sé que otras bobadas más. Esos comentarios los rechacé pensando que el hombre estaba enojado con ella porque seguro no estaría dentro de sus afectos. El tipo en particular sí es de los frustrados que todo lo critican y que le gusta crear cizaña. Incluso una vez ambos tuvieron problemas de acoso laboral (según él, ella lo acosaba, lo que me dio mucha risa porque ya quisiera él) con lo cual sabía que no era una fuente muy confiable que digamos.
Poco a poco, llegaron más comentarios de otros lados, personas que se quejaban de su trato. Que sufría muchos cambios de ánimo, que era tirana, que no sabía dirigirse a la gente, que tendía a ser grosera etc. Estos comentarios también fueron, en principio, de hombres, así que los clasifiqué como resentimiento por tener a una mujer por encima de ellos (laboralmente hablando ¡eh!)
Luego llegaron los comentarios de las mujeres de ese grupo, comentarios del tipo “ella prefiere a los hombres que a las mujeres”, “es demasiado grosera”, “tiene un humor muy variable”, “es falsa e hipócrita”, “es demasiado infantil”, “se cree la dueña de la oficina porque hasta el superior de ella lo maneja con un dedo” y pues, ya no sabía cómo clasificarlos.
Con ella si tuve algunos problemas, pero todos, excepto uno, los puedo reducir a falta de comunicación o falta de planeación (cosas laborales, nunca personales). Si a mí no me avisan las cosas, no las puedo adivinar, ni siquiera intuir, por esta razón los roces que tuvimos fueron del tipo: ¿por qué no fuiste a tal parte?, o ¿porqué no has traducido tal cosa? O ¿por qué no me avisaste que hoy no venías? Pero son cosas mínimas, que no pasan de bobadas.
Es verdad, a ella le gusta ser la que manda y la que todo lo sabe. Lo vi con mis compañeros y lo viví cuando muchas veces se quiso meter en mis clases, quiso organizarme mi horario y, en contra de mis consejos, me impusieron cursos en momentos críticos, pero a la final su propio equipo era perjudicado porque eso implicaba menos tiempo para ir a reuniones y traducciones. En esos casos, aunque me daba rabia, seguía el siguiente consejo que me dieron alguna vez: el jefe podrá ser el más bruto, pero sigue siendo jefe. Usted sólo cumpla con lo que le piden, sin matarse y en el tiempo de trabajo.
Sin embargo, los comentarios no dejaban de pulular. Hará como dos semanas, recibió unas flores, unas rosas o algo así. Las tenía exhibidas en la oficina y andaba con una sonrisa de oreja a oreja. Le pregunté a una niña del equipo de ella si sabía algo del tema y me dijo: “no sé, está bastante buena gente esta semana, trata bien, está querida y no ha gritado aunque tuvimos un problema (con no se qué aplicación con la que trabajan)… seguro este fin de semana le dieron terapia de relajación”
Que le hayan dado o no terapia de relajación es algo que no sé ni quiero saber, pero me impacta la facilidad de todos para armar teorías conspirativas en torno a un hecho tan sencillo. Y me impacta aún más que una mujer pueda variar su ánimo de esa forma tan fuerte (me impacta porque me ha pasado dos veces y me he quedado impresionada con lo que uno es capaz de hacer). Otras ejecutivas que conozco siguen la misma línea. Son poderosas, ganan millones, tienen puestos altísimos, viajan por todo el mundo… pero están solas, son amargadas a ratos y sufren altibajos emocionales bastante fuertes.
El hecho que estén o no solas no es problema, simplemente hay mujeres que no les gusta tener esposo, hijos, una casa y un perro, eso es respetable. Pero ¿por qué el trato tirano? ¿Qué complejo de inferioridad quieren esconder para tener que actuar con semejante violencia? Está bien, el mundo laboral no es fácil, pero se atraen más moscas con miel que con vinagre y el respeto se gana con ejemplo, no se impone con terror.
Aunque soy mujer y muy orgullosa de serlo, mi pensamiento no ha cambiado cuando alguna vez dije que prefería, por encima de todo, trabajar con hombres. Tanto en la universidad como en el ámbito laboral, al momento de trabajar, me va mejor con hombres y no con mujeres (con las mujeres voy mejor en el ámbito de amistad, y eso que son contadas). Aunque ojo, tampoco pongo a los hombres como los seres perfectos, a más de uno he querido ahorcar cuando sale con comportamientos propios de una crisis de menopausia (sí, yo sé que en los hombres es andropausia, pero he conocido algunos que sólo les falta la falda y la peluca para parecer mujeres inmaduras)es sólo que, en general, es más fácil trabajar con ellos.
Esta época de trabajo me ha hecho pensar que no quiero destacarme laboralmente de esa forma. No quiero un puesto de gerencia porque, a mi parecer, son puestos aislantes. Pero, y si algún día llego allá, ¿también seré tirana como ellas, de quienes hoy hablo?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario