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lunes, 1 de noviembre de 2010

Halloween's Day


Octubre… Happy Halloween’s Month… y yo no puedo dejar pasar el momento para escribir mi apreciación personal sobre la fecha (y como mi nueva política es escribir de forma positiva… trataré de permanecer neutra).

No me detengo en hablar de los orígenes de esta fiesta porque está muy bien documentada. Wikipedia tiene información suficiente. Yo voy a hablar sobre la evolución que he visto de esta fiesta aquí en mi ciudad, en el círculo de personas que frecuento y lo que he visto a lo largo de mi existencia.

Cuando era pequeña mi mamá nos mandaba a hacer unos disfraces que siempre eran la sensación. Hadas, reinas, disfraces de fantasía y muchos otros estilos fueron nuestras personificaciones los 31 de octubre de los años de infancia. Las fiestas a las que asistíamos mis hermanas y yo eran fiestas para los niños, todos iban disfrazados, había recreacionistas, juegos y muchos (muchos) dulces. Sin embargo, era una fiesta de niños. Eran muy pocas las veces que uno veía a un adulto disfrazado, y casi siempre era con algún accesorio de los niños y sólo para molestar.

Con los años, las cosas fueron cambiando. Mientras iba creciendo, perdí el interés por disfrazarme (a mi precoz edad de 10 años ya me consideraba muy grande para seguir con disfraces de niños) y salir a pedir dulces. Sin embargo, más o menos cuando cumplí 16 años me invitaron a una fiesta de disfraces. Me pareció extraño el contexto porque yo ya me había dejado de disfrazar hacía muchos años. Pero me dejé contagiar de la emoción de mis amigos y pensé que iba a ser algo como “desempolvando los viejitos”. Oh error.

Cada año que pasa, son más los adultos que se han acogido a esta fiesta, se disfrazan y hacen fiestas de halloween exclusivamente para adultos. Esto muestra el poder que el marketing ha tenido en nuestro medio. Hemos logrado adaptar de forma asombrosa una fiesta que no es nuestra. Esta semana que estuve acompañando a una compañera a comprar los adornos para decorar la oficina me di cuenta que es toda una industria la que se mueve alrededor de esta fecha. Pelucas, calabazas, decoración y dulces son todo el imperio económico que se vive por estas épocas.

Sin embargo, ese no es el punto que quiero analizar. Que la gente se quiera disfrazar y quiera seguir tradiciones que no son nuestras no me presenta mayor problema (ajá…) además, la evolución dicta que las cosas cambian, nos guste o no. Lo que me impresiona son los disfraces que eligen las mujeres de hoy en día.

Un amigo mío decía que “halloween es la época en la que las mujeres sacan la puta que llevan dentro” (jejeje, aunque tengo mente “abierta” creo que soy demasiado conservadora… me sonrojé copiando esa frase) y aunque al principio me disgustaba, no me quedó de otra que concederle la razón. Playboy ha influenciado de forma muy efectiva nuestra sociedad: gatitas enfermeras porno, policías sexys y otra cantidad de disfraces de tono alto (y escote bajo) inundan las fiestas de disfraces para adultos.

La revolución y consecuente liberación femenina como ideología es muy buena, pero creo que en algunas partes se ha malinterpretado y se ha traducido como un libertinaje ramplón. Aquí habla la conservadora que hay en mí, pero la verdad no creo que esos disfraces representen para nada el espíritu de la fiesta (digamos que más fácil se pasan a las diablas casi empelotas, las brujas y vampiresas y otros demonios con sus encantos al aire... ¡y eso..!)

Creo que ya he contado en otra ocasión que aquí en Medellín la cultura del narcotráfico nos ha dejado con el estigma de que todas las mujeres son rubias (teñidas off course), hermosas, despampanantes de pechos y trasero grande (made in quirófano). La típica novia de traqueto, siliconuda y parrandera. Y es que ir al Lleras este fin de semana es encontrarse con que lo que dice mi amigo es la pura verdad. Este es el día en el que aprovechan todas para mostrar todo lo que han hecho en el gimnasio, ir a una tienda triple xxx (y ni eso, porque ya hasta en el Éxito se encuentra ese tipo de disfraces) y comprarse un disfraz provocativo con la excusa de “es que es para la fiesta de Halloween de Palmahía”.

Digamos que entiendo (tolero) este comportamiento entre las más jóvenes (igual, cuando tienes 18 años quieres ir mostrando tus encantos a la vista de todos), pero este comportamiento se ha extendido hasta las señoras… maduritas. Dichas damas salen con los mismos disfraces que las hijas adolescentes, como la cosa más natural del mundo.

La ola de embarazos adolescentes que hay en la ciudad (desde los años 80) ha causado que muchas mujeres no hayan tenido oportunidad de vivir su juventud plenamente, precisamente por estar criando muchachitos antes de tiempo. Y aunque es un comportamiento psicológico entendible, me sigue causando impresión ver a señoras mayores usar atuendos de jovencitas, totalmente reveladores de colores brillantes. No me malinterpreten, cada cual tiene derecho de hacer con su vida lo que quiere, pero vamos, que hay que estar acorde con la edad y con el entorno.

No profundizo en estas elucubraciones porque seguro me meto en un problema, y quién sabe si cuando yo sea mayor me dé por hacer lo que ahora critico (ojalá no me toque morderme la lengua… o los dedos) pero sigo pensando que ese tipo de disfraces son más apropiados para cosas como la intimidad, para la vida en pareja, que sé yo y no para “desinhibirte” por una noche porque “es halloween”.

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