Ya contaba antes que octubre no siempre es un mes bueno para mí. No sé que sea, pero casi siempre hay algún suceso maluco este mes. El de este año se titula: “la esperanza perdida” (así y todo, pero no es tan dramático), sin embargo, como me prometí que iba a contar las cosas malas bajo una perspectiva positiva aquí va el relato.
No es noticia ni secreto que a mí me encantaría viajar al exterior a continuar estudiando mi maestría. En agosto o septiembre un ex compañero recibió la nueva buena que se iba a estudiar a Suiza (a una Universidad con la cual mi Universidad tiene un convenio) y se ofreció a llevar los papeles de los que estuviéramos interesados.
Al principio no presté atención porque la maestría que él mencionó a mí no me hace mucha gracia que digamos, y porque, la verdad es que nunca tuve entre mis planes presentarme a estudiar a ningún lugar donde se hable francés. A pesar que en la universidad me fue muy bien en este idioma, el francés y yo no somos muy amigos que digamos, y algunos sucesos acontecidos en esa época hicieron que el estudio de este idioma se volviera para mí una carga más que un placer. A pesar que yo nunca había visto el idioma y en poco tiempo ya estaba al nivel de los más “avanzados” de la clase (mi método de aprendizaje musical me ayudó muchísimo), algunas afrentas con profesores minaron fuertemente mi ego (porque no veo otra forma de describirlo) y me dejaron con una cierta inseguridad de mi capacidad profesional en este idioma.
Sin embargo, algún día estaba mirando en internet posibles maestrías y vi una que me gustó (me encantó) en la universidad donde está estudiando mi compañero. Cómo sé que es una ciudad muy costosa, y la manutención es cara, estaba buscando posibles formas de financiación cuando encontré una beca que ofrecía la confederación Suiza para pagar gastos de manutención en alguna Universidad de allá. Ustedes se reirán y me dirán loca (ahora que todo ha pasado, yo misma me rio y me digo loca) pero en ese momento yo sentí como una punzada en el corazón, como un presentimiento que las cosas se podían dar esta vez. Miré el perfil y encajaba perfectamente, así que con mucha emoción e ilusión, preparé los papeles y los envié. Reenvié la convocatoria a mis amigos y conocidos para ver si se animaban (lo cual mucha gente me criticó y me dijo que dejara de ser tan boba, pero ese es tema para otro post) y efectivamente una de ellas se animó. Enviamos los papeles y empezó el proceso de espera.
Creo que un mes después (en septiembre) me dijeron que debía presentarme a la embajada para un examen de suficiencia de lenguaje (o algo así) a mediados de octubre. Ya se imaginarán la emoción que tenía y toda la ilusión con la que preparé el viaje (era en Bogotá). Sin embargo, yo también tenía mis recelos: ya conté que en terreno de francés no me siento muy bien preparada, y desde que me gradué he trabajado sólo en ámbitos donde se requiere el manejo de inglés. A pesar de todo estaba el presentimiento que posiblemente las cosas se estaban alineado (ohh seres humanos, como nos gusta librarnos de las responsabilidades) y que esta vez el destino me tenía una buena sorpresa. Estudié bastante esas semanas previas, me preparé en la parte escrita porque no tenía con quien practicar la entrevista (excepto a mí misma hablando frente al espejo) y traté de buscar información sobre el examen.
Para mi sorpresa, no encontré casi nada de información (en realidad nada) sobre lo que podía ser un examen de conocimiento de lengua en una embajada para una beca. Nada del tipo de examen que sería (aunque en mi correo decía que sería una parte oral y una escrita). Y antes que los dedos me traicionen, aquí va el aporte positivo. Como no encontré nada, me prometí a mí misma que, a no ser que me hicieran firmar un acuerdo confidencial, iba a escribir un post contando un poco esa experiencia. De pronto le puede servir a alguien más.
En fin, llegó el día del examen y como soy totalmente psicorrígida, medio paranoica, casi no conozco Bogotá y para colmo me había dado gripa, llegué casi con hora y media de anticipación. Esperé en un café frente a la embajada y cuando llegó la hora me anuncié y me hicieron pasar. La embajada es linda, calientica y acogedora, y con más seguridad que un puente blindado. Exagero, pero están bien protegidos.
Llegué y me salen con la sorpresa que la primera parte es la entrevista. Las dos señoras estaban sentadas frente a una gran mesa ovalada y me contaron que me iban a hacer una entrevista de 30 minutos. Empezaron pidiendo que les contara un poco sobre mi vida, qué hacía y esas cosas. Conté como me llamaba, de dónde venía y un poco sobre mi familia, mi trabajo etc. Luego me hicieron preguntas sobre mi trabajo, porqué estudié traducción, qué maestría me interesaba cursar, porqué en Suiza, qué sabía de ellos, cómo me visualizaba en unos 10 años y que si estaba al tanto que las condiciones climáticas allá eran muy diferentes a las de Colombia (esta pregunta me pareció chistosa, pero la verdad es que, viviendo en el trópico toda mi vida, me queda como teso decir si estoy en condiciones de adaptarme… eso sólo se puede vivir en carne propia!). En la entrevista me sentí bien y segura, me sorprendí de lo fácil que puedo hablar una vez que me relajo (bueno, no me sorprende, pero es que era francés… pensé que me iba a bloquear o algo así). En esa parte me fue bien (decía yo!!) porque yo misma hago entrevistas en la empresa y sé cuándo las cosas están saliendo bien o cuándo está saliendo mal (lo que me acaba de acordar que es tema para otro post) y sé que en esa parte la conversación fue fluida. No voy a decir que hablé perfecto porque más de un tarzanazo cometí, pero sé que les entendí y me hice entender. La entrevista acabó mucho antes del tiempo y continué con el examen escrito.
Aquí debo decir que mantuve esta parte de mi historia bloqueada por un buen tiempo, apenas ahora me estoy permitiendo revivirla (yo sé que considerarán esto una exageración, pero es la primera vez que me presento a una embajada y para mí era EL suceso). La parte para la que más me preparé, para la que más estudié, y terminé con cara de ???
Me preguntaron sobre tiempos verbales (esta parte estaba fácil), luego me hicieron preguntas con locuciones verbales, del tipo ¿qué significa mettre le doigt dans les oreilles?, antónimos y sinónimos (esta parte tampoco estaba difícil), cambie el sentido de la frase (reformulaciones) con algunas preposiciones (y de verdad que hubo varias que no reconocí) y termine la frase (dan una frase y ponen una conjunción, uno debe terminarla acorde). No sé si fueron los nervios los que me traicionaron, pero me quedé por completo helada y bloqueada. No entendía lo que me decían y contesté más por inercia que por convicción. Al final había que escribir cómo me hacía sentir una imagen (para ver fluidez, accord du temps y otras cositas lingüísticas) pero con el ánimo que tenía, creo que no copié nada agradable ni legible.
Terminé temprano y revisé, pero entre más revisaba más me daba cuenta que no sabía ni J de lo que estaba escribiendo. Y me dio rabia no ser capaz de controlarme ni de relajarme. Esta fue una de las pocas veces que los nervios me ganaron de mano y no pude dominarlos. El caso es que entregué el examen, me dieron (oh ironía) un recuerdo y me dijeron que esperara los resultados.
El viernes pasado llegó lo que me esperaba: No fue elegida porque no tiene el nivel de idioma suficiente… No puedo decir que fue sorpresa porque me lo presentía (lo cual, dicho sea de paso, pone de manifiesto que mi clarividenciometro y mi presentimensiómetro están dañados) pero si me dio tristeza porque pensé que esta vez sí iba a ser. Tenía la leve esperanza que ellos se dieran cuenta que tengo la capacidad de aprender un idioma muy rápido una vez estoy inmersa en el ambiente adecuado (y es que con francés llevo una pausa de más de un año… y hasta más porque los últimos años de carrera casi no trabajé con este idioma) pero bueno, ellos tampoco son clarividentes ni tampoco tienen la obligación de elegirme porque yo quiero… o porque crea que tengo un buen perfil (jajaja.. ¿qué tal?).
Esta fue la triste historia de este octubre. Aunque a pesar de todo tengo buenos recuerdos y muchas enseñanzas. Compartí con una parte de la familia que no había compartido en mucho tiempo, ya sé lo que es una entrevista en una embajada (empezando porque conocí una embajada jeje), me di cuenta que aún me falta mucho para aprender a controlarme cuando estoy nerviosa (aunque pensé que tenía dominada esa parte de mi personalidad) y… la más importante de todas: ¡no vuelvo a intentar hablaren francés en mi vida!
Mentiras… ¿qué tal?… yo no me doy por vencida tan fácil… la enseñanza es que me debo seguir preparando en este idioma y vencer esos miedos del pasado que me siguen atormentando.
Bueno… creo que al final sí quedó un post positivo.
Bien por la enseñanza que te dejó esta experiencia, me gusta tu positivismo y no te preocupes que aún estás muy jovén y estoy segura que cuando sea elmomento apropiado lo lograrás, estudiarás lo que quieres y donde quieres. Un abrazo.
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